Juegos sexualizados entre niños, ¿sujeto de intervención reparatoria?
Desde la práctica en Centros Reparatorios de Maltrato y Abuso sexual, hemos apreciado como las conductas sexualizadas se han hecho presentes en nuestros niños y niñas en el ámbito del juego, debiendo poner en el tapete una temática nueva, que asusta, que distancia, pero también que patentiza una nueva realidad. Desde este escenario, y de acuerdo a nuestra experiencia práctica, se hace necesario comprender que el diagnóstico dentro del proceso reparatorio cobra gran relevancia, pero no desde nuestros propios lineamientos, sino más bien de las preconcepciones que poseen las personas que atendemos en torno al motivo de ingreso y temáticas relacionadas con la misma causal, el cómo logran incorporar los distintos conceptos acerca de la sexualidad, y la forma en que sus propias experiencias en torno al tema hacen que las significaciones sean tan distintas entre las personas de un mismo sistema familiar o bien de los distintos grupos familiares que atendemos.
Ahora, al plantear los juegos sexualizados en la infancia y la lectura que la familia realiza en torno a los mismos, se abre una gama de temáticas que serían relevantes de trabajar como la ontología del lenguaje, es decir, poner mayor atención al discurso y las palabras utilizadas tanto por nosotros como por los usuarios, preguntándonos de manera inicial cómo leemos las puntuaciones de hechos que nos hacen nuestros sujetos de atención. Es más, cómo nuestras propias concepciones como personas inciden en nuestro paradigma profesional.
En fin, nos encontramos ante niños, niñas y adolescentes que intentan descubrir la sexualidad, que juegan, que buscan reconocer y reconocerse en otros. Ahora, si esto es un juego ¿por qué lo leemos como negativo?, ¿por qué los tribunales lo tipifican como una vulneración de derechos? Tal vez, porque hay un desconocimiento del desarrollo sexual a nivel de infancia, porque se teme en dañar a un otro, pero poco se analiza y valida que la significación de juego es fundamental para comprender que, en interacciones donde no existe obligación, no hay coerción ni tampoco fuerza, sino sólo la voluntad de ser niños y niñas, de descubrir.
En este escenario, y luego de haber expuesto y analizado de manera extensa dicha temática, concluimos que tal vez no somos un programa adecuado para atender estos niños y niñas, por cuanto atendemos vulneraciones de índole sexual, que no debemos ni podemos instaurar daño donde no existe. Pero, y en virtud de la solicitud de urgencia de nuestros tribunales, debemos por sobretodo resguardar el interés superior del niño, acomodando planes de intervención a las necesidades de quien está al otro lado del escritorio, entender que hablar de sexualidad cuando madres y/o adultos referentes tienen pautas transgeneracionales negativas en torno a la temática, también es reparar e incorporar nuevas formas de significar la sexualidad, es un aporte a la dinámica de la familia, y a la creación de factores protectores para nuestros niños, niñas y adolescentes.